Atravesamos este período importante, difícil y duro, que fue el período que separó las PASO con el cimbronazo por la amplia diferencia de la elección y este domingo en el que finalmente concurrimos a votar. Para los que no estamos tan cerca de la ingeniería política, se había instalado una especie de lapidaria sentencia según la cual la diferencia que iba a tener Alberto Fernández sobre Mauricio Macri era del 15, 20 o 25%. Era una especie de verdad de la Torá, una tabla de los 10 mandamientos, una verdad instalada. Mucha gente, con angustia, me preguntó en la semana si esto era así. Yo no les puedo responder les decía, pero también les decía que a la historia la hacen las personas y las elecciones son una oportunidad única para que todos tengamos la misma tajada de poder para cambiar la historia.
También se decía que la gente iba a votar pensando en la economía, que cuando la economía anda mal, a nadie le importan otros valores. También se decía con tono de burla, que las marchas del Sí, se puede, no movían el amperímetro. Más allá de los resultados, y lo digo sin temor, porque en este caso soy la misma antes de las PASO y después de las elecciones, tengo los mismo valores. En tres meses no se cambian los valores, los valores son las columnas con las que uno vive y en las que se sostiene. Las ideas pueden cambiar porque hoy sirve una cosa, mañana otra. Los valores no cambian en la vida. El kirchnerismo venía por todo y se encontró con la democracia. Esa democracia hizo lo que para muchos la estadística, la historia y el recuerdo de lo que hizo el kirchnerismo había convertido en un gran temor lo que era el peor escenario. Un escenario que daba miedo ofreció dentro del peor escenario, el mejor escenario. Pero ¿saben por qué? por todos los ciudadanos argentinos que votaron no pensando en su tajada, no pensando en que por ahí la estaban pasando mal, no pensando en que económicamente estaban peor, sino pensando en valores como la libertad, en valores republicanos, y la importancia que tenía consolidar las instituciones. Y no estoy hablando de gente sofisticada que no tiene problemas económicos, sino gente común, ciudadanos de a pie que se movilizaron muchas veces para ver a un presidente con el que tal vez estaban enojados, para encontrar las fuerzas que les diera esperanza porque quieren un país donde sea un valor no tener un gobierno corrupto, pensar diferente y no tener miedo en expresarse, que las leyes se cumplan.
Hoy los ciudadanos hicieron posible que haya un muro de contención a cualquier idea alocada en el Congreso. Esos ciudadanos a los que muchos los quisieron convencer de que no les iba a importar otra cosa que la economía, o que en realidad no podían cambiar nada. Ese fantasma no era otra cosa que un fantasma. El kirchnerismo venía por todo y se encontró con la democracia. Tal es así que terminada la noche quienes deberían estar festejando parecían insatisfechos y con gusto a poco.
Afortunadamente también este resultado hizo que hasta el festejo que uno vio fuera una situación incómoda. Es lo que mejor le pudo haber pasado al presidente electo Alberto Fernández. Hoy el enigma es quién es Alberto Fernández, pero no solamente para los que veíamos con temor el advenimiento del kirchnerismo al escenario político por todo lo que ya conocemos. No es simplemente un miedo intuitivo por un fantasma que no existe, es el miedo por 12 años que ya sabemos lo que fueron. El enigma no solamente lo tienen quienes están del otro lado de la grieta, en el antikirchnerismo; también lo tienen en el kirchnerismo, porque hay dos Alberto Fernández: el que tiene que convencer al núcleo duro del kirchnerismo y el que tiene que convencer al resto que va a ser el presidente de todos; El que antes criticaba a Cristina y el que luego dijo que es lo mismo que Cristina.
Todos deseamos que a Alberto Fernández le vaya bien con los enormes desafíos que tiene el país. Hoy tenemos la certeza de que hay una valla de contención institucional porque la votamos y porque sumos muchos a los que nos importan las libertades, la Constitución y la república y no tenemos vergüenza de eso. Y creían que éramos poco, que el pueblo no se interesa por eso y solo le importa el precio de las cosas. Hay gente que pensó mucho más allá,hoy en lo personal me hace estar orgullosa pero tengo profundos interrogantes como todos ustedes. Por supuesto hoy vimos emerger una suerte de albertismo para la transición y nombres que por lo menos dilucidan o hacen pensar en cierta independencia de Alberto Fernández.
Uno conociendo el paño está esperando la naturaleza del escorpión y no hacemos mal; si nos sorprende la buena, que nos sorprenda la buena, pero hacemos bien en estar prevenidos. Uno se imagina que este corrimiento de la escena de Cristina Kirchner es un margen de luna de miel que va a tener Fernández para acertar en las medidas económicas, para pegarla, para dar en el clavo, en una Argentina donde dar en el clavo es dificilísimo y que si no acierta, el diablo meterá la cola, y no precisamente desde afuera, sino tal vez desde adentro. Porque no hay mejor oportunidad que el peor mejor cuando la eventual conspiradora puede estar sentada en el sillón de la vicepresidencia.
Por esto el gran desafío de Alberto Fernández para su propia consolidación como líder, para que esa caricatura del títere, no sea más que una especie de latiguillo feroz de campaña, logre trabajar con los consensos porque no tiene las mayorías totales para convertir el congreso en una escribanía. Mi sensación es que si Alberto Fernández no gobierna con la oposición corre el riesgo de ser gobernado por los paladar negro de su propio equipo. Se vienen tiempos de consensos imprescindibles, y estamos todos en este barco, en este territorio. Claro que tenemos derecho a pensar distinto. El país está dividido y somos muchos los que tenemos y creemos en los valores de la república. La bandera que también se está sentando es que volvió una Argentina donde hay fuerzas parejas, nadie es el dueño del poder, y esas fuerzas no tienen vergüenza de pensar lo que piensan ni tienen derecho a callar al otro de lo que desea para el futuro y en intentar que sus sueños se concreten.
También se decía que la gente iba a votar pensando en la economía, que cuando la economía anda mal, a nadie le importan otros valores. También se decía con tono de burla, que las marchas del Sí, se puede, no movían el amperímetro. Más allá de los resultados, y lo digo sin temor, porque en este caso soy la misma antes de las PASO y después de las elecciones, tengo los mismo valores. En tres meses no se cambian los valores, los valores son las columnas con las que uno vive y en las que se sostiene. Las ideas pueden cambiar porque hoy sirve una cosa, mañana otra. Los valores no cambian en la vida. El kirchnerismo venía por todo y se encontró con la democracia. Esa democracia hizo lo que para muchos la estadística, la historia y el recuerdo de lo que hizo el kirchnerismo había convertido en un gran temor lo que era el peor escenario. Un escenario que daba miedo ofreció dentro del peor escenario, el mejor escenario. Pero ¿saben por qué? por todos los ciudadanos argentinos que votaron no pensando en su tajada, no pensando en que por ahí la estaban pasando mal, no pensando en que económicamente estaban peor, sino pensando en valores como la libertad, en valores republicanos, y la importancia que tenía consolidar las instituciones. Y no estoy hablando de gente sofisticada que no tiene problemas económicos, sino gente común, ciudadanos de a pie que se movilizaron muchas veces para ver a un presidente con el que tal vez estaban enojados, para encontrar las fuerzas que les diera esperanza porque quieren un país donde sea un valor no tener un gobierno corrupto, pensar diferente y no tener miedo en expresarse, que las leyes se cumplan.
Hoy los ciudadanos hicieron posible que haya un muro de contención a cualquier idea alocada en el Congreso. Esos ciudadanos a los que muchos los quisieron convencer de que no les iba a importar otra cosa que la economía, o que en realidad no podían cambiar nada. Ese fantasma no era otra cosa que un fantasma. El kirchnerismo venía por todo y se encontró con la democracia. Tal es así que terminada la noche quienes deberían estar festejando parecían insatisfechos y con gusto a poco.
Afortunadamente también este resultado hizo que hasta el festejo que uno vio fuera una situación incómoda. Es lo que mejor le pudo haber pasado al presidente electo Alberto Fernández. Hoy el enigma es quién es Alberto Fernández, pero no solamente para los que veíamos con temor el advenimiento del kirchnerismo al escenario político por todo lo que ya conocemos. No es simplemente un miedo intuitivo por un fantasma que no existe, es el miedo por 12 años que ya sabemos lo que fueron. El enigma no solamente lo tienen quienes están del otro lado de la grieta, en el antikirchnerismo; también lo tienen en el kirchnerismo, porque hay dos Alberto Fernández: el que tiene que convencer al núcleo duro del kirchnerismo y el que tiene que convencer al resto que va a ser el presidente de todos; El que antes criticaba a Cristina y el que luego dijo que es lo mismo que Cristina.
Todos deseamos que a Alberto Fernández le vaya bien con los enormes desafíos que tiene el país. Hoy tenemos la certeza de que hay una valla de contención institucional porque la votamos y porque sumos muchos a los que nos importan las libertades, la Constitución y la república y no tenemos vergüenza de eso. Y creían que éramos poco, que el pueblo no se interesa por eso y solo le importa el precio de las cosas. Hay gente que pensó mucho más allá,hoy en lo personal me hace estar orgullosa pero tengo profundos interrogantes como todos ustedes. Por supuesto hoy vimos emerger una suerte de albertismo para la transición y nombres que por lo menos dilucidan o hacen pensar en cierta independencia de Alberto Fernández.
Por esto el gran desafío de Alberto Fernández para su propia consolidación como líder, para que esa caricatura del títere, no sea más que una especie de latiguillo feroz de campaña, logre trabajar con los consensos porque no tiene las mayorías totales para convertir el congreso en una escribanía. Mi sensación es que si Alberto Fernández no gobierna con la oposición corre el riesgo de ser gobernado por los paladar negro de su propio equipo. Se vienen tiempos de consensos imprescindibles, y estamos todos en este barco, en este territorio. Claro que tenemos derecho a pensar distinto. El país está dividido y somos muchos los que tenemos y creemos en los valores de la república. La bandera que también se está sentando es que volvió una Argentina donde hay fuerzas parejas, nadie es el dueño del poder, y esas fuerzas no tienen vergüenza de pensar lo que piensan ni tienen derecho a callar al otro de lo que desea para el futuro y en intentar que sus sueños se concreten.
Cristina Pérez.
Infobae
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