Educación actual, vigente y agonizante.

Las hogueras del odio
sólo forman militantes

La educación debe satisfacer tres principios fundamentales:
  1. robustecer la formación moral, enseñando a discernir, reflexionar,evaluar y juzgar ante los conflictos de los valores,
  2. elevar el nivel de conocimientos y habilidades de base (lengua, matemáticas y ciencias) respecto al actual,
  3. elevar las competencias instrumentales (idiomas, alfabetización digital, formación técnica), imprescindibles para el trabajo del futuro.
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En un futuro no muy lejano serán analfabetos quienes no puedan utilizar una segunda lengua o comunicarse o realizar operaciones a través de un computador.
Ninguno de estos tres objetivos se busca, ni siquiera se intentan conseguir; es difícil que los argentinos lo reconozcamos. No nos damos cuenta o no queremos hacerlo, pero el problema más serio que tiene el país es su calidad educativa.

 Tres puntos que resumen la situación referida:

1) los niños, adolescentes y jóvenes en edad escolar obligatoria (de 4 a 17 años) que concurren hoy a escuelas argentinas no aprenden lo que debieran (desde hace más de una década, la mayoría de los menores no termina la educación obligatoria señalada y, de entre aquellos de 15 años que sí están en el aula, más del 50% no comprende lo que lee);
2) las últimas evaluaciones nacionales APRENDER 2016 indican que cerca de un 70% de los alumnos del último año del secundario no puede resolver un ejercicio simple de Matemáticas;
3) la Argentina padece de una vergonzosa desigualdad educativa: dependiendo del lugar de nacimiento y de residencia, nuestro país tiene diferentes resultados educativos, lo cual quiere decir que si a un niño le tocó en suerte nacer e ir a la escuela en Catamarca o en Santiago del Estero, obtendrá una educación de calidad netamente inferior que aquel que reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o en Córdoba (así lo indican los resultados promedio de las pruebas APRENDER 2016 de las jurisdicciones referidas).
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Este enorme problema que tenemos los argentinos no distingue de clases sociales (pese a que no lo percibimos): los logros promedio de las escuelas de nivel socioeducativo alto del país alcanzan el logro promedio de las peores del mundo desarrollado, según se desprende de los resultados de los exámenes PISA. Pues bien, pese a estos datos, la sociedad civil argentina no se conmueve. No lo percibimos. Los chicos que abandonan la escuela y mueren asesinados por salir a robar armados (y drogados) no son vistos como víctimas de la mala educación. Se identifica el efecto, la inseguridad, pero no su causa, la tragedia educativa. Preferimos engañarnos. Es conocida la encuesta realizada entre padres argentinos que responden que la educación de sus hijos está muy bien, pero que la educación en el país está muy mal.
De alguna manera, esta respuesta sintetiza la posición de los diferentes actores del sistema: familias, alumnos, docentes, sindicatos y Estado: “el problema no es nuestro, es de otros”. El Estado responsabiliza al sindicato, el sindicato al Estado, los docentes a los padres, los alumnos al sistema y, así sucesivamente, nos enfrentamos a una serie de argumentaciones cruzadas que nos conducen al laberinto del engaño.
Si a esto le sumamos que:
  • una serie de huelgas docentes en provincia de Buenos Aires, en Santa Cruz, en Chaco y en otras jurisdicciones del país, provocaron la pérdida de muchos días de clase;
  • que un intento de reforma del secundario en Ciudad de Buenos Aires motivó la toma de varias y diferentes escuelas públicas por más de 30 días por parte de los alumnos; 
  • que el planteo de una evaluación de los estudiantes de los institutos de formación docente hizo reaccionar a los sindicatos manifestando su oposición,
resulta muy evidente que la tensión existente entre los distintos actores del sistema es alta.
Pero mucho más grave aún, es la utilización de la escuela y la enseñanza con fines políticos que produce la desnaturalización y destrucción total del proceso educativo.

En diciembre del 2018, a raíz de una denuncia por disconducta de un docente hacia un alumno de 3º grado (exclusión del aula, trato físico desconsiderado y brusco) iniciamos una serie de charlas con varios padres para tomar conciencia de la magnitud del problema.

Un padre entrevistado me hizo llegar una fotografía que me llenó de indignación, tomada aproximadamente el 22 de octubre del 2018 en la que se observaban niños de la Escuela nº 22 de Paraje Pavón, vestidas como Madres de Plaza de Mayo.

La imagen demuestra que este acto simbólico no se da en el contexto de una clase, acto o actividad pedagógica alguna.
El primer interrogante es:
¿Este evento forma parte del programa escolar? ¿Diagramada según instrucciones del Ministerio de Educación de la Provincia o bajo la responsabilidad de los sindicatos docentes, presumiblemente SUTEBA?.
Situaciones semejantes se dieron en la Capital y conurbano bonaerense y, según tengo entendido, no fueron actos autorizados ni organizados bajo la responsabilidad educativa de los respectivos ministerios.


En muchas unidades educativas, el personal docente dio charlas sobre este hecho, dando por verídico que Maldonado era un detenido desaparecido, negando y desvirtuando los informes de la Justicia.
Crearon y difundieron un relato a pesar de todas las pruebas recogidas, llegando a negar veracidad al informe necrópsico realizado ante 50 peritos en el que estaban representados todas las partes interesadas (familia, justicia, organizaciones DDHH).
Los docentes infundían odio y rechazo a Gendarmería, policía, justicia, y gobierno actual basándose en falsedades.


Joseph Goebbels en una conferencia dada en 1934 al personal del Ministerio de Propaganda sobre el tema “¿Qué es la Propaganda Política?” habló de los recursos habituales de los medios de comunicación y dijo textualmente “Una mentira, repetida mil veces, al final termina siendo una verdad”.
“Toda propaganda tiene una orientación. La calidad de esta orientación determina si la propaganda tiene un efecto positivo o negativo. La buena propaganda no necesita mentir; de hecho, no debe mentir. No tiene ninguna razón para temer a la verdad. Es un error creer que la gente no soporta la verdad. La soporta. Es solo cuestión de presentar esa verdad a la gente de un modo que la pueda entender. Una propaganda que miente demuestra que está al servicio de una mala causa. No puede tener éxito en el largo plazo”.

Tanto los docentes como las estructuras sindicales y políticas adheridos al Kirchnerismo convirtieron lo acaecido a Santiago Maldonado como si hubiera sido un retorno al Terrorismo de Estado, en que un joven en defensa de los derechos ancestrales de los mapuches fue “secuestrado-desaparecido”.
De nada sirvieron las investigaciones abiertas de todas las instituciones intervinientes que demostraron una y otra vez la falsedad de esa aseveración.
Tampoco fueron útiles que Maldonado participaba en actividades de un grupo terrorista asentado en Chile, que asesinaba puesteros, quemaba estancias, incendiaba camiones reclamando el ¿derecho? a la propiedad de tierras que ya había sido resuelta por la justicia devolviendo, durante la primera década del 2000, 233.000 hectáreas que les fueran arrebatadas.


Así dejaron un mensaje en las mentes de los pequeñuelos, que el derecho de reivindicación de los mapuches instala una concepción diferente de la tierra, que modifica el concepto el concepto de propiedad individual suplantándolo por un espacio de ocupación colectivo, “territorio ancestral” imprescindible para el desarrollo de los pueblos originarios.
Durante todo el proceso de reivindicación que se llevó la vida de S. Maldonado se violaron una serie interminable de normas, leyes, formas y, fundamentalmente, la filosofía y esencia de su reclamo. Un fragmento de la sociedad, las fracciones políticas y la estructura Kirchnerista que los apoyaron ignoraron con la soberbia propia de un totalitarismo absoluto, los derechos de los qom, pilaga, wichi, y nivaclé, otros pueblos originarios de Formosa.
¿Dónde estaban los mapuches, los Kirchneristas, La Cámpora, los sindicatos apoyando las demandas de esos hermanos, que sólo pretendían ser recibidos por Cristina Kirchner y así intentar recuperar su dignidad e identidad?



Goebbels aseveraba que “Una propaganda que miente demuestra que está al servicio de una mala causa.”; siguiendo este concepto de una personalidad afín a la idiosincrasia totalitaria peronista (kirchnerista, sindical, camporista, etc.) podemos concluir sin temor a equivocarnos que el accionar de estas parcialidades partidistas ocultaba intereses particulares.

¿Cuáles son estos intereses particulares?
Sólo podemos especular, pero, con el transcurso del tiempo (un par de años) no tememos equivocarnos:

  • Ruptura del contrato social al no reconocer la validez de la delegación al Estado del desarrollo y aplicación de las Leyes del país donde asientan.
  • La igualdad social y convivencia colectiva está por encima de la libertad individual.
  • Que este grupo mapuche es omnipotente y sus derechos se encuentran más allá de la ley.
  • Que no rige la Justicia ni la Constitución, ya que pueden recurrir a otras vías para resolver sus demandas.
  • Que tienen derecho de armarse y usar la violencia para defender sus “territorios ancestrales”.



Estas actitudes y convicciones definen a un grupo sedicioso/subversivo como el RAM, pero
¿qué importancia o vigencia tienen en este tiempo electoral?
La respuesta es muy simple, definen los postulados de la campaña y los objetivos de la eventual reelección de Cristina.

Alberto Fernández desafía, previene e intimida a los jueces sobre las negras nubes que deberán atravesar si él llegara al gobierno a causa de su trabajo en las causas que enredan a su jefa Cristina Kirchner; éste es el precio que aceptó pagar por alzarse con la candidatura a presidente.

Claudio Bonadio,  Julián Ercolini. Martín Irurzun, Gustavo Hornos, Juan Carlos Gemignani “van a tener que explicar lo que escribieron, no me lo van a tener que explicar a mí, se lo van a tener que explicar al sistema institucional argentino, al Consejo de la Magistratura, a quien corresponda.”
"No tengo vocación de venganza contra los jueces", pero "Si la Justicia existe, a Cristina nadie la va a condenar".

Después de estas declaraciones y con el contexto político bien definido no me extraña que los sindicalistas (tanto o más corruptos que el sistema) amenacen a destruir el país a fuerza de paros y violencia.

¿Creen, por ventura, que a Cristina, SUTEBA, CTERA, Camioneros, SOMU, UOCRA, SOEME y otras yerbas semejantes les interesa la educación y el futuro de los niños?
¿Creen que moverán un dedo para sacarlos de la pobreza?

Olvídense, toda esta caterva los precisa pobres e ignorantes para continuar en el poder.


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