Cambiemos no es la opción adecuada para el 2019

Mirando detrás del voto costero. 
"El misterioso caso de los empleados fantasmas"
Hace unos pocos días estalló en un importantísimo medio capitalino la denuncia de un cuantioso fraude dentro del municipio de La Costa. Telenoche lo denominó “El caso de los empleados fantasmas”. 

Los "empleados fantasmas" de la municipalidad del partido de la Costa aparecen en una lista de contratados, para sectores de limpieza y centros comunales, pero nunca se presentaron a trabajar porque, en realidad, alguien usurpó su identidad y cobró su sueldo. La investigación de Telenoche reveló que detrás de esta estafa hay un grupo de punteros y funcionarios kirchneristas locales, que se quedaron con las remuneraciones.
Esta denuncia fue excelentemente motorizada por la concejal Evangelina Cordone y actualmente está actuando la fiscalía de Dolores.

Deberíamos suponer que la repercusión de este hecho que tiene valor legal y que está siendo investigado por la justicia hubiera generado una intensa reacción en la sociedad costera en reclamo de justicia y castigo de los funcionarios responsables. Sin embargo, la comunidad costera no reaccionó más allá de una sonrisa y un par de comentarios como “Esto hace rato que se sabía”, “Nunca van a meter a nadie en cana” y otros comentarios por el estilo.

Esta comunidad es la que debe en pocos días votar para elegir a sus gobernantes directos, pero se abre una gran incógnita:
La sociedad costera es totalmente insensible en graves casos de corrupción, no se moviliza por justicia, manifiesta profundo desinterés por la “cosa pública” circunstancias que quizás descalifique su voto.
La Argentina está pasando por una profunda crisis institucional de la que debemos emerger para recorrer una senda reparadora.

¿Qué nos está pasando como sociedad?

La gente de la comunidad de La Costa está prácticamente inmunizada, sobrelleva estas situaciones así porque considera que estos hechos forman parte de los manejos normales, que no pueden modificarse y que es inútil luchar contra ella; han naturalizado la corrupción.
Peor aún, los habitantes necesitan de los escasos recursos que puedan conseguir mensualmente y temen que cualquier actitud que tomen respecto a la corrupción les prive de esos ingresos y les impida alimentar a sus hijos.
Esta grave limitación en su capacidad electiva no los descalifica como ciudadanos sino que expone con brutal crudeza que la carencia de trabajo, el hambre, la falta de educación y vivienda somete al individuo y los priva de la formación de criterios y acciones que permitan cambiar su “statu quo”.

Es por todos conocido que las necesidades básicas insatisfechas degradan al individuo, lo esclavizan y marginan; en consecuencia no se lo puede acusar por votar a quienes supone que lo ayudarán.
Sin embargo, con el tiempo, se establece un círculo vicioso entre los políticos y funcionarios que les prometen “derechos” (aunque no tengan idea de lo que significa esa palabra), educación, asistencia médica y alimentaria.
Los asistirán en la cantidad justa para que no modificar su estado de marginación, necesidad y esclavitud.
En esta relación enfermiza se asienta un sistema pseudo-democrático, un negocio entre funcionario y marginado que ambos usufructúan para mantener un “statu quo” inmoral.

Obviamente el oficialismo sobrevive y se nutre gracias a esta distorsión de la democracia´.
No le podemos exigir que cambie su modo de actuar; si lo hiciéramos nos harían responsables (tanto el oficialismo como los costeros) de la suspensión o cualquier inconveniente en la asistencia social a la comunidad. 
La responsabilidad recae entonces sobre la oposición que tiene que demostrar que es capaz de hacer mejor las cosas y generar confianza.
Si no lo logra, el oficialismo seguirá ganando elecciones.

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